Silencio

En mayo de 1996, en Uruguay, se realizó la primera convocatoria pública de “Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos” y otras organizaciones a la Primera Marcha del Silencio.

Sería una tontería decir que se recuerda a los desaparecidos solamente en el día de hoy. A los desaparecidos, como a las madres, se los recuerda -como dice la tan manida frase- todos los días. Es por ellos, y en pos de la búsqueda de la paz espiritual y social, que se debe trabajar cada día.

Sin embargo hoy quiero recordar a algunos desaparecidos de los que se habla poco y que tienen mucho menos prensa. Los hay de varios tipos pero hoy quiero darle un poco de difusión a los padres desaparecidos; desaparecidos en vida. Padres, hombres y mujeres, que han abandonado a los hijos a su suerte y a lo que la vida les dé, si es que esa vida de abandono es tal y puede darles lo que necesitan.

Padres que ni saben, muchas veces tampoco les importa ni les interesa, en dónde y cómo crecen sus hijos. Padres que olvidan a sus hijos luego de dejarlos en manos de otros.

Esos hijos también son hijos de desaparecidos. Desaparecidos culpables de abandono y desamor. Hombres que abandonan a sus hijos antes de nacer, luego de nacidos o en plena niñez inocente. Mujeres que han dejado a sus hijos abandonados para desaparecer por una noche, por varias noches, por varios días, por muchos días o para siempre. Abandonados.

Padres y madres invisibles, inexistentes. Inexistentes de inexistencia física, emocional, económica o del tipo que sea.

Otro día recordaré a los ancianos olvidados y abandonados por sus hijos y nietos en la más cruda de las soledades.

Pero hoy quiero recordar a estos hijos de desaparecidos. Hijos abandonados, olvidados.

Padres desaparecidos sin ser perseguidos, ni torturados, ni castigados.

Hoy voy a marchar haciendo ruido en las redes, para recordar en público a los padres desaparecidos por su propia voluntad, comodidad, negligencia, desinterés…

Muchos de esos renunciantes voluntarios a sus deberes parentales, culpables sin juicio, ocultos, impunes, hoy dibujarán margaritas, escribirán carteles o publicarán hipócritamente su adhesión sin pensar ni por un momento en los hijos que han abandonado.

Esos padres merecen denuncia y escrache. No merecen silencio. No merecen perdón.

Por los abandonados hoy voy a hacer ruido. No tienen culpa. No merecen silencios cómplices. No merecen olvido.

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