¿Palabras más o palabras menos? (3/3)

Última parte

El discurso

¿Estamos preparados para cuestionar un discurso?

En la primera parte del tema que estamos analizando hacíamos tres preguntas:

  • ¿Estamos preparados para escuchar los discursos?
  • ¿Estamos preparados para entender los discursos?
  • ¿Estamos preparados para cuestionar los discursos?

A la primera pregunta respondimos que la brevedad de la exposición no asegura una escucha cabal; el momento y la oportunidad de escuchar se pueden dejar pasar por un sinnúmero de circunstancias, sin dejar rastro consciente de la pérdida. No se trata de abreviar, simplificar o idiotizar los discursos sino de educar la escucha. Escuchar es una habilidad que, como tal, se aprende y se ejercita.

En relación a la segunda pregunta, si estamos preparados para entender los discursos, dijimos en el artículo anterior que se trata de lograr que el oyente pueda llegar a un nivel de comprensión inferencial para poder moverse luego en el nivel de la comprensión crítica. Recordemos los niveles:

  • Nivel 0 – Desconocimiento total
  • Nivel 1 –  Comprensión mínima
  • Nivel 2 – Comprensión elemental
  • Nivel 3 – Comprensión literal – El receptor no comprende más allá de lo explícito.
  • Nivel 4 – Comprensión inferencial – El receptor reconoce posibles significados más allá de lo explicitado.
  • Nivel 5 –  Comprensión crítica – El receptor valora, enjuicia, compara, genera nuevos significados a partir de lo escuchado o leído. Es capaz de desarrollar razones por las que está de acuerdo o en desacuerdo con lo dicho.

Vayamos ahora a la tercera pregunta: ¿Estamos preparados para cuestionar los discursos?

Imaginemos un grupo de oyentes entrenados para la escucha.

Primer momento o fase de pre-escucha: cada oyente se prepara para escuchar, es consciente de ello, se dispone física y emocionalmente para hacerlo. Tiene razones para escuchar en ese momento y tal vez ha creado expectativas propias o proyectado un final acerca de lo que oirá.

Segundo momento o fase de escucha: se activa la atención y la memoria se apresta a guardar contenidos mientras transcurre el discurso.

Tercer momento o fase de pos-escucha: aparece el recuerdo de lo escuchado o la verificación de lo escuchado mediante alguna forma de registro (grabaciones, transcripciones).

Esta secuencia deberá estar ligada, necesaria e indeludiblemente, a la comprensión de los contenidos en sí mismos (comprensión literal) y de las posibles connotaciones (comprensión inferencial).

Luego de este aprendizaje y ejercicio, ¿se está en condiciones de cuestionar el discurso escuchado? ¿Qué significa cuestionar? Cuestionar es, básicamente, discutir, poner en tela de juicio lo afirmado.

Para poder cuestionar se debe practicar una escucha que, en principio, acalle las voces interiores, esas voces que predisponen a estar en contra o a favor de lo que se va a oír, antes de que aparezca la primera palabra en el aire. Es necesario aprender a reconocer que se pueden tener muchos prejuicios, opiniones a priori: los oyentes aplauden el discurso porque les gusta el orador o lo desprecian o descalifican porque no les gusta. ¿De dónde vienen esos prejuicios? De la repetición de eslóganes durante años, de lo impuesto por el círculo social y cultural al que pertenecen los oyentes, de la costumbre, de la historia familiar.

Escuchar, comprender y cuestionar exige educación y práctica. La Democracia reúne las condiciones ideales para hacerlo. La libertad de enseñanza, la libertad de pensamiento, de reunión… lo permiten. Está ahí, al alcance de la mano. Exige esfuerzo consciente de parte de todos los participantes.

En una democracia como la nuestra, todos podemos opinar de múltiples temas, ideas, personas, siempre y cuando respetemos los límites que nos impone la educación, la ética, la moral, y dentro del marco de la Ley. Afortunadamente, la Constitución de la República nos ampara en este derecho.

Podemos opinar liviana y rápidamente de los dichos de alguien porque nos mueve la emoción, porque no nos gusta cómo habla o nos identificamos con su retórica o su forma de vestir, porque tenemos prejuicios contra su apellido, su pasado, porque dicen que es mala persona, porque es un santo, porque se lo acusa de mentiroso, falso, ladrón… o lo que sea. Son opiniones. Otra cosa es cuestionar contenidos sobre bases más racionales con datos, información veraz, testimonios, ejemplos, citas.

Los oradores y actores políticos se forman por ellos mismos y por su interés; practican, ensayan y valoran sus actuaciones. Les importa ganar y posicionarse. Hay un motor que no necesita más impulso que el propio.

A los oyentes/votantes los mueven sus expectativas, esperanzas, ilusiones, por y a pesar del desencanto actual que se percibe.

Se impone entonces una mejora en la escucha y la comprensión para poder cuestionar sobre bases más allá de la emoción, el eslogan, la canción pegadiza.

Hay todo un enorme capítulo de formación ciudadana que se debe impulsar en materia de educación desde la primera infancia, que empieza por el conocimiento y buenas prácticas de la comunicación integral, verbal y no verbal, mediada o no por la tecnología.

Formar ciudadanos capaces de aceptar y ejercitar la responsabilidad de escuchar en su real sentido, comprender significados explícitos o connotados, opinar y criticar sobre bases sólidas es una tarea impostergable de la Democracia.

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