¿Palabras más o palabras menos? (2/3)

Segunda parte

El discurso

¿Estamos preparados para escuchar un discurso?

En la primera parte del tema que estamos analizando hacíamos tres preguntas:

  • ¿Estamos preparados para escuchar los discursos?
  • ¿Estamos preparados para entender los discursos?
  • ¿Estamos preparados para cuestionar los discursos?

De las tantas clasificaciones que podrían elegirse comenzamos por la que los distingue en breves y extensos. Poníamos como ejemplo una expresión de uso común: ¡Buenos días!. Las frases breves de salutación muchas veces no exigen respuesta, no requieren más que lo que marca la costumbre y la educación, la situación, y la interacción humana, si fuera del caso.

Concluíamos que la brevedad de la exposición no asegura una escucha cabal. Que a las palabras se las lleva el viento, y esta es una frase hecha, ya lo sabemos. El momento y la oportunidad de escuchar se pueden dejar pasar por variadísimas circunstancias sin dejar rastro consciente de la pérdida. Ser breve no asegura al orador que el oyente esté escuchando. Si bien hay que prepararse para hablar, también que hay que prepararse para escuchar.

Entramos a la segunda parte con la siguiente pregunta:

  • ¿Estamos preparados para entender los discursos?

“A buen entendedor pocas palabras bastan”, dicen. ¿Pero quién es un buen entendedor?

Dentro de los discursos breves se encuentran saludos, frases hechas, modismos, refranes… Tomemos como ejemplo de discurso breve, un refrán de los más conocidos: “en boca cerrada no entran moscas”. Fuera de todo contexto de intercambio comunicacional podemos hacer un análisis simple de cuánto podemos entender de lo dicho, o leído, en aquel dicho popular.

Podemos hacer una escala de los niveles de comprensión de un texto desde lo más elemental a lo más profundo. Los números solo buscan una mejor clasificación.

  • Nivel 0 – Desconocimiento total – El receptor, la persona, capta los sonidos o los signos escritos pero no entiende absolutamente nada. Es incapaz de decir algo al respecto de lo que escucha o ve. Puede suceder cuando está escrito o dicho en un idioma o lenguaje desconocido. Imaginemos un lenguaje alienígena del que tal vez no sepamos siquiera si es un lenguaje.
  • Nivel 1 – Comprensión mínima – El receptor sabe que alguien se expresa en algún idioma que ha oído aunque no entienda las palabras.
  • Nivel 2 – Comprensión elemental – El receptor sabe que lo dicho pertenece a un poema, es una noticia, es publicidad, propaganda de algún tipo…
  • Nivel 3 – Comprensión literal – El receptor no comprende más allá de lo explícito. “En boca cerrada no entran moscas”: si la boca está cerrada no se mete ninguna mosca que ande volando cerca.
  • Nivel 4 – Comprensión inferencial – El receptor reconoce posibles significados más allá de lo explicitado. “En boca cerrada no entran moscas”: estar callado evita decir necedades o tonterías.
  • Nivel 5 –  Comprensión crítica – El receptor valora, enjuicia, compara, genera nuevos significados a partir de lo escuchado o leído. Es capaz de desarrollar razones por las que está de acuerdo o en desacuerdo con lo dicho. “En boca cerrada no entran moscas”: pero mantenerse callado siempre es egoísmo y cobardía. A veces hay que arriesgarse y hablar.

El buen entendedor deberá encontrarse más allá de la comprensión literal.

¿Cuántos receptores en esta campaña electoral están preparados para realizar una comprensión de nivel inferencial o crítico de los discursos?

¿Cuántos emisores están preparados para hacer de sus discursos piezas de oratoria que apelen a reflexionar, que ayuden a generar significado?

Alex Grijelmo (2000) en su libro “La seducción de las palabras” dice que los oradores a menudo utilizan “palabras grandes” que llevan consigo una fuerte carga afectiva y emocional que es universal. Vocablos como “paz”, “libertad”, “justicia”, aparecen regularmente en los discursos políticos. Todos los seres humanos pueden identificarse rápidamente con la idea de “libertad”, ¿cierto? Claro que sí. La palabra “libertad” es tan grande que cada uno la carga con contenido propio. Todos queremos a la palabra “libertad”. Nos abarca y reúne a todos como debajo de un gran paraguas. Los manipuladores de la palabra lo saben, y ofrecen esas palabras grandes como cajones donde todos ponemos un poquito de nuestros deseos y conocimiento.

“Pueblo”, “equidad”, “democracia”, “libertad” y pequeñas grandes combinaciones: “caminar juntos”, “sin exclusiones”, “derechos de todos”, “transparencia y honestidad”, “educación con alegría”.

«La lucha política, (…), para la mejor tradición de nuestro pueblo, tiene muy poco que ver con los cálculos mezquinos, con el lugar que ocupa tal o cual en la lista o con acuerdos electorales; y tienen mucho que ver con la lucha por una patria y un mundo más justo, con confrontar la desigualdad, con la democracia más plena y la construcción de dignidad en nuestro pueblo»  (Extractado de un discurso pronunciado durante una recorrida partidaria en octubre de 2018)

¿Cómo no estar de acuerdo con este sentir? Está repleto de “palabras grandes”. ¿Quién no quiere “una patria y un mundo más justo”? ¿Quién no desea una “democracia plena”? ¿Quién podría negarse a  “la construcción de la dignidad de nuestro pueblo”?

Cuando el receptor/comprador/votante escuche deberá estar preparado para cernir y discernir lo que le dicen.

Prepararse para escuchar exige esfuerzo consciente, decisión de prestar atención a las palabras y tratar de entender más allá de lo bonito que pueda sonar y las ilusiones que van directo al corazón sin pasar por la razón.

Adelanto de la 3a. parte
La opinión y la argumentación
¿Estamos preparados para cuestionar los discursos?

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